miércoles, 25 de junio de 2008

España ultrajada

x Javier Ortiz

Está feo insultar a las personas, pero las abstracciones –las patrias, por ejemplo– no tienen honor. Salvo España, que se ve que es capaz de sentirse ultrajada.

Antonio L. fue a hacer la mili en los primeros setenta del pasado siglo, cuando era todavía casi un crío. Había sido educado en una familia castellana de sólida tradición roja y republicana, y su padre temía que, ingenuo como era el mozo, cometiera alguna indiscreción política que le acarreara problemas con los militares franquistas.

Tú, Antoñito –le recomendó encarecidamente cuando lo acompañó al cuartel–, no sueltes prenda. Esconde lo que piensas”.

Pasados los años y residiendo ya en Madrid, me contó entre risas que tuvo la mala suerte de que, pocos días después de su ingreso en el Ejército, en el curso de lo que llamaban por allí “una clase teórica”, su capitán le preguntó: “Vamos a ver, Antonio. Para ti, ¿qué es la Patria?”. Y él, acordándose del consejo de su padre, decidió mostrarse lo más cauto posible.

Pues no sé, mi capitán. ¡Se dicen tantas cosas!” –le respondió.

Era una cómica evasiva improvisada. Pero acertó.

En efecto, se dicen muchas cosas. Unos creen que su patria es ésta, otros que es la otra. Y algunos más consideran que carecen de eso.

En España los hay que piensan que su Patria puede incluso ser ultrajada, como si fuera una persona. España, ideologías al margen, es una entidad jurídica, que no puede sentirse ofendida, porque carece de neuronas y, por lo tanto, de sentimientos. Cabe ultrajar a alguien; no a algo.

Sin embargo, el actor Pepe Rubianes, que está retirado por culpa de un cáncer tirando a jodidillo, va a ser enjuiciado por “ultraje a España”.

Es curioso. En Francia, tenida como campeona mundial de la patriotería y el chovinismo, ha habido no pocos artistas prestigiosos (Georges Brassens, Boris Vian, Marc Ogéret, Léo Ferré, Maxime Le Forestier…) que han dicho pestes de su supuesta Patria, e incluso la han mandado directamente a la mierda, sin que nadie los haya llevado ante ningún juez. Los franceses, en general, se resignan a aceptar que la libertad de expresión abarca tales desahogos.

Está feo insultar a las personas, pero las abstracciones –las patrias, por ejemplo– no tienen honor. Salvo España, que se ve que es capaz de sentirse ultrajada.

España siempre ha sido diferente.

Público

No hay comentarios: