martes, 26 de agosto de 2008

Amadeu Casellas: más de 60 días en huelga de hambre

Amadeu Casellas empezó su última huelga de hambre el pasado 30 de noviembre en la prisión de Girona. Amenazó con coserse la boca, como había hecho en otra ocasión, y dejó de comer. Estuvo 54 días sólo con agua y azúcar. Pedía salir de fin de semana. Un fin de semana después de 25 años en la cárcel, un privilegio que la dirección del centro le negaba alegando mala conducta.

"Hubiera llegado hasta el final, claro que sí. Estaba decidido sali r de la prisión fuera como fuera. Me era igual vivo que muerto" Veinticinco años antes había dicho algo similar a un funcionario de la Modelo de Barcelona. Fue en septiembre de 1979. Acababa de entrar en la cárcel para cumplir una condena de robo a mano armada. Era atracador de bancos, anarquista y simpatizante de Terra Lliure, y las palizas eran tan intensas que temía por su vida. "Un día pensé que no saldría vivo, y sin nada que perder me encaré con el tipo que me golpeaba. ’O me matas o te mato’, le dije, ’si me matas me haces un favor , y si te mato seguiré encerrado’".

Casellas no lo mató, no ha matado ni herido nunca a nadie, y sigue en prisión. Él asegura que es el preso más veterano de Cataluña. También el más combativo. Ha denunciado repetidas veces a las autoridades por robos, estafas, abusos y falsificaciones. Ha realizado 50 huelgas de hambre y pasado años enteros en celdas de aislamiento, sin ver a nadie, saliendo sólo dos horas a un patio vacío. La historia de su vida es la historia de las cárceles de la Cataluña democrática, y por eso la Generalitat, con ganas de cambiar el sistema penitenciario, atiende a sus consejos, mientras que el Síndic de Greuges le visita para descubrir uno de los grandes secretos del país: ocho mil presos, más que nunca en la historia de Cataluña, sometidos a un sistema obsoleto capaz de agravar sus patologías.

"Nuestro sistema fomenta la drogadicción y puede inducir al suicidio", admite un funcionario que, como los otros que han accedido a hablar con La Vanguardia, exige mantener el anonimato. "Tendría muchos problemas si supieran que hablo con un periodista", dice uno. "Mi vida podría correr peligro", afirma otro: "Mis compañeros ya me han encerrado más de una vez con presos peligroso para asustarme".

Amadeu Casellas ha sido un atracador que ha desperdiciado sus oportunidades de libertad. "Cada vez que salía cogía un arma", manifiesta un ex alto cargo del servicio penitenciario de la Generalitat. Quebrantar condenas y fugarse han sido motores de su historial delictivo. "No le dejaban opción", explica un miembro de los servicios sociales. El mundo de los presos, como reconoce Casellas, oscila entre dos opiniones. Quedamos con él el sábado de la semana pasada en un local del Poblenou. El viernes ha empezado su décimo permiso desde que la huelga de hambre dio sus frutos, y el domingo a las nueve de la noche debía estar de vuelta en prisión. Vestía de negro. Un jersey sin cuello y manga larga, un pantalón de lana y unos zapatos de cordones que parecían nuevos. La violencia, las equivocaciones, la resistencia, los sueños y el cansancio de su vida estaban encerrados en unos ojos grandes, negros y acuosos. Ojos de ida y vuelta a casi todo.

La causa del rebelde.

Casellas tenía 14 años en 1973 y trabajaba en una fábrica de Balenyà cuando descubrió el anarquismo. "Me sentía explotado por el empresario, conocí a gente de la CNT y empecé a repartir propaganda subversiva por las calles. Iba de paquete en la moto con las octavillas y asistía a reuniones clandestinas". Creía en la lucha armada, en la revolución imprescindible para cambiar las cosas, y aún hoy, cuando ha cumplido ya los 45 años y está convencido de que las pistolas no arreglan nada, considera que el anarquismo, aun sin ser la solución definitiva, "funcionaría mejor que la democracia que tenemos". "En España no tenemos democracia -dice-. Antes había un dictador que era Franco, y hoy hay unos partidos políticos. Las empresas funcionan igual. Las necesidades de primer orden no están resueltas. Falta igualdad entre ricos y pobres".

Fue buscando esta igualdad como atracó su primer banco, el banco mercantil de Manresa, en 1976. "Fue casi mi primer delito. Estaba muy nervioso, pero fue bien. Un policía local nos dio el alto, pero salió corriendo al ver nuestras armas y los pasamontañas" Durante los siguientes dos años y medio atracó más de 50 bancos. "Era una manera de recuperar lo que los bancos nos cogían. No me arrepiento de nada, salvo de no haber cogido lo suficiente". Los botines rondaban los dos millones de pesetas. Una parte era para el grupo anarquista, otra se la metía en el bolsillo y otra se la hacía llegar, de forma anónima, a familias en apuros. Alguna prensa lo llamó Robin Hood, y la policía lo apodó el Dandy porque iba bien vestido y a los guardias les daba cinco mil pesetas por el susto.

"Nos divertíamos y vivíamos bien. Yo lo organizaba todo y también guardaba las armas". Las pistolas escopetas y municiones las obtenía en le marcado negro gracias a los contactos con Terra Lliure y el Grapo". Con Terra Lliure compartía el ideario independentista y republicano, y al Grapo le unía la lucha contra el sistema. Tenía amigos en ETA, y aún los tiene, aunque que cree que han caído en el absurdo de la lucha sin salida.

La Vanguardia. 21-11-2004.


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